He estado casada tres veces y en cada ocasión intenté ser la esposa ideal.

A él no le hacía falta una esposa débil y enferma.

Se fue simplemente, sin mirar atrás, y encontró a otra persona.

Sobre mi tercer esposo, podría decir que lo “recogí de la calle”.

Lo puse de pie, le ayudé a encontrar un propósito.

Yo trabajaba, le daba la mitad de mi sueldo, aunque él no moviera un dedo por mí.

Y hace poco me dijo, de repente, que me veo descuidada, que estoy vieja y que ya no me ocupo de mí misma.

Me casé tres veces y cada vez intenté ser la esposa ideal — ahora tengo miedo de quedarme sola en la vejez.

¡Y me lo dice un hombre que es apenas tres años menor que yo! A él se le ve joven, lleno de energía, y a mí me ve como una ruina.

Me enfurecí, dejé de darle dinero, pero enseguida empezó a llamarme tacaña y a lanzarme en cara todo lo que llevaba dentro.

En mi interior luchan dos pensamientos: uno me dice que un hombre debe estar a tu lado, que él es el cabeza de familia.

Pero ya no soporto a este aprovechado.

Me casé tres veces y cada vez intenté ser la esposa ideal — ahora tengo miedo de quedarme sola en la vejez.

Y aquí me tienes, sin saber qué hacer.

He vivido tantos años con él, he trabajado, lo he llevado a mis espaldas.

¿Pero de qué serviría ahora? ¿Quién necesitaría a una mujer mayor… o tal vez me equivoco?

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