Envié a mi esposo a Egipto con su amante

— Tengo que contarte algo — le dije a mi colega, que también es mi amiga.

— Mi esposo, Vadim, tiene una relación con otra mujer, 16 años menor que yo.

Mi amiga quedó impactada.

Se le cayó el sándwich de la mano y no podía creer lo tranquila que yo estaba.

Vadim conoció a esa mujer joven en el trabajo, donde ella trabajaba como asistente legal.

Era joven, atractiva y buscaba su atención a toda costa.

Mi plan era simple: quería hacer que Vadim volviera a la realidad, sin escándalos ni escenas.

Observé en silencio cómo la joven intentaba seducirlo — ni siquiera hacía falta detective.

Su estado eufórico y el repentino deseo de cuidarse a sí mismo lo decían todo.

Finalmente, en julio de ese año, se fueron juntos de vacaciones a Egipto.

Sabía bien que no era un simple viaje de trabajo, pero no me opuse.

No lo regañé, no lo detuve.

Lo dejé disfrutar de su “aventura” con su nueva pareja.

— Que se divierta el traidor — me dije a mí misma.

Mientras él se divertía en Egipto, yo empecé a cuidar de mí.

Fui al gimnasio, perdí algunos kilos e incluso bromeaba con mi colega que a mis 42 años me veía como una actriz de cine.

Después de mes y medio, Vadim regresó a casa, visiblemente insatisfecho con las vacaciones.

Se dio cuenta de que la diferencia de edad entre él y su joven amante causaba frecuentes peleas, no tenían nada en común y, además, ella miraba constantemente a otros hombres más jóvenes durante el viaje, lo que lo hacía sentir viejo e inútil.

Cuando me vio, Vadim se quedó sorprendido.

Los cambios físicos en mí lo dejaron sin palabras.

No le reproché nada, no le revelé lo que sabía.

Elegí continuar nuestra vida familiar sin escándalos, sin divorcios, sin peleas innecesarias — como suele pasar después de una traición.

Mi amiga pensaba que mi reacción era extraña, tal vez hasta que me había vuelto loca.

Pero ella, después de una traición, quedó sola, mientras yo mantuve unida a mi familia.

Sí, Vadim y yo nos casamos jóvenes y tenemos hijos grandes.

Vi este episodio como una crisis de la mediana edad, una que decidí atravesar con paciencia.

Ni siquiera nuestros hijos supieron de su aventura.

Estaba segura de que no me dejaría por una chica de 26 años.

Y, después de todo, ¿qué podría ella hacer con él?

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