Yo era niñera de este niño de un año cuando, de repente, me mostró el secreto de su padre.

Cuando acepté hacer de niñera para una familia tranquila en las afueras, no imaginé que descubriría un secreto perturbador en su sótano.

Pero una noche, el pequeño Ben me llevó en la oscuridad, revelando una red de obsesión que amenazaba con destruirnos a todos.

Lo que descubrimos cambió nuestras vidas para siempre.

Ben dejó caer su juguete y me miró con ojos grandes y serios.

—Kate —me dijo—, tienes que ver algo.

Intenté sonreír.

—¿Qué pasa, Ben?

Miró a su alrededor, como si alguien pudiera estar escuchando.

—Está en el sótano.

Tienes que venir ahora.

El estómago se me encogió.

Robert había sido claro: “No bajes al sótano.”

Me lo dijo con una mirada que parecía desafiarme a no hacerle caso.

Me arrodillé junto a Ben.

—Ben, sabes que tu papá dijo que no podemos bajar ahí.

Está prohibido.

La cara de Ben se oscureció.

—Papá no está.

Ven.

Por favor.

Lo seguí, abrí la puerta del sótano, con el corazón latiendo fuerte.

Estaba oscuro y frío, y el olor era denso y a moho.

Ben encendió la luz.

—Vamos rápido.

Lo seguí, y lo que vi me heló.

Las paredes estaban cubiertas de fotos de Linda.

Cientos de fotos.

Linda en la tienda, Linda leyendo un libro, Linda durmiendo.

—¿Qué…? —susurré.

Ben me tiró de la manga.

—Te dije que es importante.

Tomé el teléfono y llamé a Linda.

Contestó en el tercer timbrazo.

—Linda, tienes que venir a casa.

Ahora.

Su voz temblaba.

—¿Qué pasó, Kate?

—Solo ven.

Es sobre Robert.

Linda llegó veinte minutos después, con el rostro pálido y demacrado.

Bajó al sótano y se quedó sin palabras, con la mano en la boca.

—Dios… —susurró con lágrimas en los ojos.

—¿Me ha… estado acechando?

Negué con la cabeza.

—Tenemos que irnos de aquí.

No es seguro.

Linda apretó sus manos temblorosas alrededor de sí misma.

—¿Cómo pudo hacer eso? ¿Cómo no lo vimos?

Le puse una mano en el hombro.

—Encontraremos una solución.

Pero primero, tenemos que irnos.

Linda asintió, aún en estado de shock.

—Sí, tenemos que irnos.

Ben, haz tu maleta.

Nos vamos.

Ben no se resistió.

Corrió arriba, y yo ayudé a Linda a recoger algunas cosas esenciales.

Mi mente estaba corriendo, tratando de entender lo que acabábamos de ver.

En el camino, tenía la extraña sensación de que la obsesión de Robert era más profunda de lo que sabíamos.

Pero, por ahora, la prioridad era llevar a Linda y a Ben a salvo con su familia.

Linda me llamó al día siguiente, con la voz temblando de determinación.

—Kate, necesito tu ayuda.

Tenemos que documentar esto.

—Claro —respondí—.

¿Cuál es el plan?

—Necesitamos pruebas sobre su comportamiento.

Quiero enfrentarlo, pero tenemos que ser cuidadosas.

Los días siguientes fueron un torbellino de operaciones secretas.

Linda siguió a Robert, documentando cada uno de sus movimientos.

Era meticulosa, capturando cada interacción y movimiento sin que él lo supiera.

Una noche, estaba con Linda revisando las imágenes.

—Está obsesionado —dije, negando con la cabeza.

—¿Pero por qué? ¿Qué lo impulsa?

Linda suspiró.

—No lo sé.

Pero tenemos que averiguarlo.

—Ten cuidado —la advertí—.

No sabemos hasta dónde llegará.

Linda asintió.

—Lo sé.

Pero ya no puedo vivir así.

Esa noche, planeamos reemplazar las fotos del sótano con otras nuevas — fotos de Robert, tomadas sin que él lo supiera.

Era arriesgado, pero parecía la única manera de hacerle entender la gravedad de sus acciones.

Trabajamos en silencio, la tensión era palpable.

Mientras cubríamos las paredes con las nuevas fotos, no pude evitar sentir una creciente incomodidad.

¿Qué pasará si este gesto lo lleva al límite?

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