La granja había servido originalmente como un simple almacén de heno antes de ser comprada por Alan.
Nadie comprendía realmente por qué un hombre de su riqueza necesitaría un granero.
Los vecinos observaban con curiosidad cómo Alan vivía en esta extraña elección y se burlaban de él.
Estaban confundidos de por qué no invertía en una propiedad de alta gama, sino que prefería este edificio común.
Pero con el tiempo, todo iba a cambiar drásticamente.
Mientras los vecinos se burlaban, Alan transformaba cuidadosamente su hogar sin que ellos se dieran cuenta.
Con astucia, solo una parte del granero era visible para ellos; el resto estaba rodeado por una cerca.
Sus remodelaciones quedaban ocultas.
Alan actuó de forma inteligente: no cambió nada en la parte visible públicamente del granero, sino que lo transformó desde su propiedad en una lujosa casa.
Así, los curiosos vecinos no se dieron cuenta de que el granero ya se había convertido en una mansión.
Para acabar con todas las especulaciones, Alan finalmente invitó a los vecinos curiosos.
Cuando entraron a la propiedad, quedaron sin palabras.
El granero era irreconocible; en su lugar, se encontraron con un ambiente lleno de tonos dorados y tesoros antiguos.
La sorpresa de los vecinos los convenció de no burlarse más de Alan y de respetarlo.
Sin embargo, Alan decidió no establecer relaciones cercanas con ellos.