Los instintos de Geneviève nunca la habían fallado, y cuando su exmarido Anthony apareció con un enorme caballito de madera para su hijo Ethan, supo que algo no estaba bien.
Anthony, conocido por sus tácticas manipuladoras, parecía demasiado feliz al entregar el extravagante regalo.
A pesar de su inquietud, Geneviève aceptó el regalo en su casa, aunque su mente ya estaba en estado de alerta.
Mientras Ethan montaba emocionado en el caballito día tras día, Geneviève no podía deshacerse de la sensación de que algo estaba mal.
El juguete, que a primera vista parecía inofensivo, comenzó a emitir un extraño clic por la noche, lo que solo aumentó sus sospechas.
Una noche, cuando ya no pudo ignorarlo más, investigó la fuente del sonido y descubrió un compartimento oculto debajo del caballo.
Dentro encontró un pequeño grabador de voz: un dispositivo que solo podía haber sido colocado allí por Anthony.
La revelación de que Anthony intentaba recopilar pruebas en su contra para el juicio de custodia en curso llenó a Geneviève de una mezcla de ira y determinación.
Después de consultar a su abogada Susan, quien le aseguró que las grabaciones no serían admisibles en la corte, Geneviève desarrolló un plan para darle la vuelta a la situación a su exmarido.
Cuidadosamente llenó el grabador con horas de sonidos triviales para asegurarse de que todo lo que Anthony esperara grabar resultara inútil.
Cuando Anthony regresó en su próxima visita para recuperar el grabador de manera discreta, Geneviève lo observó satisfecha, sabiendo que no era consciente de su plan fallido.
En los días siguientes, Anthony permaneció en silencio, una clara señal de su intento fallido.
El rápido ingenio y la inquebrantable determinación de Geneviève habían protegido a su hijo y mantenido su vida libre de las tácticas engañosas de Anthony.
Sabía que podía mantener a su familia a salvo mientras permaneciera atenta, sin importar los desafíos que enfrentara.