Un hombre solitario que había pasado todos los días festivos solo decidió compartir su comida de Acción de Gracias con un joven, descalzo, que conoció en la calle.
Al año siguiente, había encontrado una familia en ese niño y su madre, compartiendo todos los días festivos con ellos.
El día antes de Acción de Gracias, Michael escuchó a sus compañeros de trabajo hablar sobre sus planes para las fiestas.
Algunos regresaban a sus pueblos natales, otros iban al lago, y otros planeaban quedarse en hoteles lujosos.
Pero Michael no tenía a nadie con quien celebrar: no tenía familia y no tenía novia.
Si algo valía la pena celebrar, Michael normalmente se trataba a sí mismo con una cena en un buen restaurante o un viaje improvisado a Las Vegas.
Ese año, planeaba compartir las fiestas con un solo amigo, pero, en el último momento, su amigo canceló, eligiendo pasar Acción de Gracias con una nueva relación romántica.
Llegó Acción de Gracias, y mientras Michael miraba la comida que había comprado, se dio cuenta de que había preparado demasiado para una sola persona.
Se le ocurrió una idea: ¿por qué no compartir esta comida con las personas en el refugio para personas sin hogar que pasaba todos los días en su camino a casa?
Toda la tarde cocinó sus platos favoritos de Acción de Gracias.
Asó un pavo, hizo un pastel de manzana y preparó un guiso de carne de res y champiñones.
“Debería haber hecho esto hace años,” pensó sonriendo mientras empacaba todo en recipientes para llevar al refugio.
En el refugio, Michael invitó a todos a compartir la comida.
“¡Guau!” exclamó un niño.
“¡Nunca he probado algo así!”
Michael prometió seguir llevando comida durante las fiestas, ya que notó a un niño tranquilo sentado solo en la esquina, descalzo y apartado.
Michael sirvió una generosa porción de pavo y se acercó al niño.
“Aquí tienes,” dijo suavemente.
El niño tomó el plato con los ojos empañados y dijo: “Gracias.
Mi mamá solía hacer comida como esta, pero ahora está demasiado ocupada.”
“¿Dónde está tu mamá?” preguntó Michael.
“Ella trabaja todo el día, ahorrando para que podamos pagar una casa.
Me deja aquí por la mañana y me recoge por la noche.”
La historia del niño tocó profundamente a Michael, recordándole su propia niñez.
Su madre lo había dejado con unos parientes para trabajar, y con el tiempo, ella nunca regresó.
Después de que su tía y su tío murieran, se quedó sin familia.
Decidido a cambiar el futuro de este niño, Michael le prometió ayudarlo.
Esa noche, esperó en el refugio hasta que llegó la madre del niño.
Cuando llegó, Michael le ofreció un puesto bien remunerado como su asistente, explicándole cómo su hijo le había contado lo duro que ella trabajaba.
Conmovida hasta las lágrimas, ella aceptó.
Un año después, Michael estaba sentado en su propia mesa de comedor, rodeado por el niño, Damon, y su madre, Lindy.
Ya no tenía que pasar los días festivos solo, ya que él y Lindy se habían enamorado y ahora estaban casados.
“¿Deberíamos decir una oración?” preguntó Lindy sonriendo.
Michael tomó sus manos y rezó: “Gracias, Dios, por este hogar, la comida que disfrutamos hoy, y sobre todo, por la familia que Tú me has dado. Estoy agradecido de no estar más solo.”
Esa noche, los tres se quedaron despiertos viendo películas, finalmente se quedaron dormidos en pijamas a juego sobre el suelo de la sala, envueltos en el calor de los demás.
Lo que Podemos Aprender
Los Nuevos Comienzos Siempre Son Posibles: Michael pensó que nunca tendría una familia, pero al abrir su corazón, encontró una de la manera más inesperada.
La Bondad Regresa: La decisión de Michael de compartir su comida de Acción de Gracias resultó ser un cambio de vida.
Su bondad regresó a él en forma de amor y pertenencia.
Comparte esta historia para inspirar a otros, es un recordatorio de que un simple acto de bondad puede cambiar vidas, a veces incluso la nuestra.