Siempre imaginé mi boda como el día más feliz de mi vida.
El día en que me casaría con el hombre de mis sueños, rodeada de mi familia y amigos más cercanos, con todo saliendo como debía ser.
Pero mientras estaba en la suite nupcial, ajustándome el vestido con nerviosismo, sentí un cambio inquietante en el ambiente.
Hoy debía ser perfecto, pero sabía que algo no estaba bien.
Tenía una hermana, Ellie.
Cuando éramos niñas, éramos inseparables.
Compartíamos todo: nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros secretos.
Pero a medida que crecíamos, las cosas cambiaron.
Ellie empezó a tomar decisiones que no entendía, decisiones impulsivas que me preocupaban por ella.
Nuestro vínculo, que alguna vez fue tan fuerte, parecía desvanecerse mientras yo me enfocaba más en mi propia vida y ella se alejaba más en sus propias luchas.
En la mañana de mi boda, esa preocupación familiar por Ellie volvió, más fuerte que nunca.
Estaba sentada con mis damas de honor en la suite nupcial cuando Ellie entró.
Pero no llevaba puesto su vestido de dama de honor.
Estaba vestida de blanco, un sencillo vestido blanco que parecía elegido únicamente para llamar la atención.
No sabía por qué, pero sentí un nudo en el estómago tan pronto como la vi.
“Ellie, ¿qué llevas puesto?” pregunté con la voz temblorosa.
Ella solo me dio una pequeña y forzada sonrisa.
“Es solo un vestido, Liz.
No lo conviertas en algo que no es.”
Sabía que algo no estaba bien.
Ellie siempre había sido la que ponía a prueba los límites, pero esto se sentía diferente.
Sentí que la habitación se enfriaba, como si el aire mismo estuviera cargado de tensión.
“¿Por qué llevas blanco hoy?” pregunté, mi voz más baja, pero con un tono cortante.
“Este es mi día.”
Ella me miró, sus ojos entrecerrados.
“Este es tu día, claro.
¿Pero qué hay de mí, eh?
¿Qué hay del hecho de que te casas con él?
¿Y qué hay del hecho de que he estado aquí, viendo cómo todo cambia?”
“Ellie…” Mi voz se apagó mientras intentaba entender sus palabras, pero la amargura ya se percibía en su tono.
“¿De qué estás hablando?”
Ella hizo un gesto con la mano, como si descartara mi confusión.
“No lo sé, Liz.
Quizás solo estoy cansada de ser siempre la que queda atrás.
Te casas con el hombre perfecto, y todo en tu vida es perfecto, y yo… yo solo estoy aquí.
Siempre en segundo lugar.”
La habitación pareció cerrarse sobre mí.
Ellie siempre había sentido que estaba a mi sombra.
Pero hoy, el día en que se suponía que yo sería el centro de atención, ella estaba haciendo que todo girara en torno a ella.
Respiré hondo, tratando de controlar mis emociones.
“Sabes que eso no es verdad.
No estoy tratando de dejarte atrás.
Eres mi hermana.
Te quiero.”
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las dejó caer.
En cambio, se irguió y cruzó los brazos.
“No lo entiendes, Liz.
Piensas que todo está bien, pero yo me estoy desmoronando.
No estoy bien, y nosotras tampoco.
Tú sigues adelante, y yo no puedo alcanzarte.
No puedo seguir viendo esto.”
Sus palabras dolieron.
Nunca había visto a Ellie tan vulnerable, tan rota.
Mi corazón se rompió por ella, pero al mismo tiempo sentí el peso de su resentimiento sobre mí.
“Lamento que te sientas así,” susurré, con la voz tensa.
“Pero este es mi día de boda.
No puedo dejar que lo arruines.”
El rostro de Ellie se torció en algo irreconocible, y por un momento, no sabía quién era.
“¿Lo estoy arruinando?” escupió.
“Tú eres la que lo arruina todo.
Tienes todo, y yo solo debo mirar cómo eres perfecta mientras yo me estoy hundiendo.”
“Ellie, este no es el momento ni el lugar para esto,” dije, mis manos temblaban.
“No puedes seguir haciendo que todo sea sobre ti.
He pasado años intentando ayudarte, estando para ti, pero esto… esto no es justo para mí.
Este es mi día.
Y si no puedes respetarlo, necesito que te vayas.”
Sentí cómo mi pecho se tensaba, mi respiración era superficial mientras decía las palabras.
Pero sabía que tenía que hacerlo.
Estaba allí, con el vestido blanco, mirándome como si la hubiera traicionado, y de alguna manera, lo había hecho.
Pero ya no podía seguir cargando con su dolor.
No el día de mi boda.
“No puedo hacer esto, Ellie,” dije, mi voz apenas era un susurro.
“No puedo dejar que arruines mi día.
Necesito que te vayas.
Ahora mismo.”
Los ojos de Ellie se abrieron con sorpresa, y dio un paso atrás, atónita por mis palabras.
“¿Qué? ¿Me estás echando?”
“Sí,” dije con firmeza, con el corazón roto.
“No puedo tenerte aquí más.
No quiero que me hagas daño hoy.
Necesito concentrarme en mi futuro con Jason.
Te quiero, pero no puedo dejar que esto siga así.
Necesitas ayuda, Ellie.
Por favor, busca la ayuda que necesitas.”
No dijo una palabra más.
Solo se quedó allí, con los hombros caídos, el peso de mis palabras sobre ella.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, se dio la vuelta y se fue, con su vestido blanco arrastrándose tras ella como un fantasma.