Pensé Que Mi Esposo Estaba Fuera de la Ciudad en un Viaje de Negocios, Hasta Que Lo Encontré Escondido en el Sótano de Nuestros Vecinos

Ellie creía que su esposo Eric estaba fuera en un viaje de negocios, pero su mundo se puso patas arriba cuando su hijo mencionó haberlo visto en el sótano de su vecina.

Una investigación nocturna reveló la verdad, una que dejó a Ellie cuestionando todo lo que creía saber sobre su matrimonio.

Eric se fue temprano esa mañana, con una maleta en la mano y la misma sonrisa casual que siempre mostraba antes de un viaje.

Se inclinó para besar la frente de Ellie.

„Nos vemos el viernes, cariño“, dijo con calidez.

Ellie sonrió, ajustándose más el cárdigan.

„Buen viaje. Avísame cuando aterrices.“

Después de que él se fue, Ellie continuó con su rutina matutina habitual.

En la cocina, su hijo Max estaba sentado a la mesa, concentrado en su tazón de cereales.

„Mamá, ¿puedo tener más?“ preguntó sin levantar la vista.

„Termina lo que tienes primero“, dijo ella mientras revolvía su desordenado cabello al pasar.

Se sirvió una taza de café y se apoyó en el mostrador, saboreando el momento de tranquilidad.

Entonces Max dijo algo que la dejó paralizada.

„Mamá, ¿por qué papá vive en el sótano de la señora Jenkins?“

El corazón de Ellie dio un vuelco.

„¿Qué?“

Max se encogió de hombros.

„Lo vi ayer.

Estaba andando en bicicleta y él entró en su sótano.

Llevaba su camisa de trabajo.“

„¿Estás seguro de que era papá?“ preguntó, con la voz temblorosa.

„Sí“, dijo Max, masticando con indiferencia.

Ellie permaneció en silencio, atónita.

La señora Jenkins era su amable vecina mayor, ciertamente no alguien a quien Eric iría a visitar.

Y se suponía que estaba a kilómetros de distancia en un viaje de trabajo.

El día pasó en una neblina, con las palabras de Max resonando en la mente de Ellie.

Por la noche, la duda la consumía.

Eric no había estado enviándole muchos mensajes últimamente, y cuando se fue, su maleta parecía inusualmente ligera.

Después de acostar a Max, Ellie no pudo quitarse la inquietud de encima.

Se envolvió en un abrigo y salió al aire frío de la noche.

„Estás siendo ridícula“, murmuró para sí misma, pero sus pies la llevaron de todos modos a la casa de la señora Jenkins.

La ventana del sótano brillaba tenuemente, con el vidrio empañado desde adentro.

Ellie se agachó, lo limpió con su manga y miró hacia adentro.

Su respiración se detuvo.

Eric estaba adentro, sentado en un viejo sofá, mirando su teléfono como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo.

La rabia la invadió.

Marchó hacia la puerta del sótano, la empujó y bajó las escaleras pisando fuerte.

„¡Eric!“ gritó, con su voz resonando por todo el espacio.

Eric se sobresaltó, dejando caer su teléfono al suelo.

„¿Ellie? ¿Qué haces aquí?“

„¡Debería preguntarte lo mismo!“ le espetó.

„Se supone que estás en un viaje de negocios.

¿Por qué estás en el sótano de la señora Jenkins?

¿Me estás engañando?

¿Qué está pasando?“

El rostro de Eric se puso pálido.

„Ellie, no es lo que piensas.“

„¿Entonces qué es?!“ exigió.

Eric se pasó una mano por el cabello, visiblemente alterado.

„Está bien, escucha.

He estado trabajando en algo.

Para ti.“

„¿Para mí?“ Ellie se burló.

„Esto tiene que ser bueno.“

Eric señaló la habitación con un gesto.

„Alquilé este espacio a la señora Jenkins porque quería sorprenderte.

Quería convertirlo en un estudio para ti, un lugar donde pudieras trabajar en tus diseños y finalmente comenzar tu negocio de costura.“

Ellie parpadeó, sorprendida.

„¿Qué?“

„Quería que fuera perfecto antes de mostrártelo“, explicó Eric.

„Por eso no te dije nada.

No estaba en un viaje de negocios.

He estado aquí todas las noches después del trabajo, tratando de hacerlo especial.“

Ellie miró a su alrededor.

La habitación estaba en proceso, pero la intención era clara.

Paredes a medio pintar, una máquina de coser y estantes listos para guardar telas y suministros.

Las lágrimas llenaron sus ojos.

„¿Hiciste todo esto… para mí?“

Eric asintió.

„Sé que debería habértelo dicho, pero quería sorprenderte.

Lo siento por haber mentido.“

En ese momento, la puerta se abrió con un crujido y apareció la señora Jenkins con una bandeja de galletas.

„No quería interrumpir“, dijo con una cálida sonrisa.

„Eric ha estado trabajando muy duro aquí.

Es un gran hombre, Ellie.“

Ellie soltó una risa entre lágrimas y negó con la cabeza.

„Eres un idiota“, le dijo a Eric, con la voz suavizada.

„Lo sé“, dijo él, abrazándola.

Mientras se apoyaba en él, Ellie se dio cuenta de lo rápido que la sospecha había nublado su amor.

En medio de la confusión y la duda, el gesto de Eric le recordó al hombre con el que se había casado, el hombre que trabajaría hasta tarde en un frío sótano solo para hacer realidad sus sueños.

Esa noche, Ellie regresó a casa con un corazón más liviano y una profunda apreciación por su esposo.

Aunque la sorpresa no salió como estaba planeado, los acercó de una manera que ninguno de los dos hubiera anticipado.

Mit deinen Freunden teilen