Mi Madrastra Tomó el Regalo de Navidad que Mi Padre Me Dejó y Me Dijo que No Lo Merecía, Sin Saber que Era Una Prueba

La Navidad siempre había sido mi época favorita del año.

Luces parpadeantes, el aroma a pino, galletas de jengibre y calcetines llenos de dulces: todo se sentía mágico.

Pero este año era diferente. La magia se había ido.

Mi padre se había vuelto a casar hace unos meses, y su nueva esposa, Melanie, hizo su misión hacerme sentir como una extraña en mi propia casa.

No era abiertamente cruel, como las madrastras que ves en las películas, pero sus comentarios pasivo-agresivos eran lo suficientemente agudos como para erosionar la confianza de cualquiera.

„Oh, Anna, ¿eso es lo que te vas a poner?

¡Cariño, tal vez quieras reconsiderarlo!“ o „Tu padre te consiente mucho, ¿verdad?

Disfrútalo mientras dure“. Sus palabras goteaban con una dulzura empalagosa que me revolvía el estómago.

Aun así, me quedé callada por el bien de papá. Después de perder a mamá hace diez años, me dije a mí misma que podía soportar cualquier cosa si eso lo hacía feliz.

Y por un tiempo, pensé que podía. Pero eso cambió una semana antes de Navidad.

Una noche, papá me apartó con una expresión inusualmente seria.

Me entregó una caja bellamente envuelta, con papel dorado brillando bajo la luz, y atada con un lazo de terciopelo rojo.

„Anna“, dijo, „tengo algo especial para ti este año“.

Mi curiosidad se despertó. „¿Qué es, papá?“

Él sonrió, aunque sus ojos revelaron un destello de algo ilegible. „Es una sorpresa, hija. Pero necesito que me prometas algo“.

„Está bien… ¿qué?“

„No lo abras hasta la mañana de Navidad“, dijo.

„Déjalo debajo del árbol y piensa en mí cuando lo veas.

Estaré fuera de la ciudad por trabajo, pero te llamaré a primera hora de esa mañana.

Volveré a casa tan pronto como pueda“.

Asentí con entusiasmo. „Lo prometo“.

A la mañana siguiente, en Nochebuena, papá se fue de viaje.

Esa noche, coloqué el regalo envuelto en oro debajo del árbol, ansiosa por que llegara la mañana.

Cuando llegó la mañana de Navidad, bajé corriendo las escaleras, lista para abrir el regalo de papá. Pero lo que vi me detuvo en seco.

Melanie estaba agachada frente al árbol, rasgando la caja envuelta en oro.

„¡Melanie!“, exclamé, con la voz temblorosa. „¡Ese es mi regalo!“

Sin darse la vuelta, respondió con indiferencia: „Oh, Anna, ¡Feliz Navidad!

Tu padre siempre te consiente. Veamos si finalmente consiguió algo útil, algo que yo pueda usar“.

„¡Para! Papá dijo que no lo abrieras hasta la mañana. Por favor, ¡es mío!“.

Ella puso los ojos en blanco y se rió. „Oh, Anna, eres tan niña. No mereces ni la mitad de las cosas que tu padre te da“.

Antes de que pudiera detenerla, arrancó la envoltura y abrió la tapa.

Su sonrisa de satisfacción se desvaneció instantáneamente, reemplazada por una mirada de horror.

Me acerqué para ver lo que había dentro: una caja de anillos de terciopelo negro y un sobre con el nombre de Melanie escrito con la inconfundible letra de papá.

Sus manos temblaban mientras abría el sobre y leía en voz alta: „Melanie, si estás leyendo esto, significa que has hecho exactamente lo que esperaba.

Escuché tu conversación con tu hermana sobre tomar el regalo de Anna para ti.

Pensé en confrontarte, pero quería darte la oportunidad de demostrar que me equivocaba.

En cambio, me has mostrado exactamente quién eres. Has faltado el respeto a mi hija por última vez.

Considera esto mi adiós. Feliz Navidad. – Greg”.

Su rostro se puso pálido como un fantasma.

Temblorosa, abrió la caja del anillo.

Dentro estaba el anillo de esmeralda que mi papá había usado para proponerle matrimonio, el que había pertenecido a mi abuela y el que siempre había soñado heredar algún día.

Justo en ese momento, se abrió la puerta principal.

„¿Greg?“, tartamudeó Melanie.

„¡Papá!“, exclamé.

Allí estaba él, tranquilo y sereno, como si hubiera estado esperando este momento.

„Pensé que estabas en un viaje de trabajo“, dijo Melanie, con la voz temblorosa.

„No lo estaba“, respondió papá

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con frialdad. „Me quedé cerca para ver si tomabas la decisión correcta. En cambio, me diste la razón“.

„¡Greg, no es lo que parece!“, suplicó ella.

„Es exactamente lo que parece, Melanie.

Confié en que serías mi pareja y una madrastra para Anna, pero solo has demostrado crueldad y codicia“.

„Empaca tus cosas. Te vas hoy mismo.“

El rostro de Melanie se descompuso mientras intentaba protestar, pero papá se mantuvo firme.

Unas horas después, ella se había ido, arrastrando su maleta por la puerta.

Por primera vez en meses, la casa se sentía en paz.

Papá y yo pasamos el resto del día juntos, preparando panqueques, bebiendo chocolate caliente y viendo películas navideñas antiguas.

Más tarde esa noche, me entregó otra caja envuelta en oro.

Dentro estaba la misma caja de anillos de terciopelo, junto con una nueva carta dirigida a mí:

„Anna,

Eres lo mejor de mi vida. Espero que esta Navidad marque un nuevo comienzo para nosotros.

Te amo más que a nada.

— Papá.”

Lágrimas llenaron mis ojos mientras leía sus palabras. „Papá, lo siento.

No quería hacer las cosas más difíciles para ti“.

Él sonrió suavemente. „No lo hiciste. Eres mi familia, Anna.

Este anillo te pertenece ahora, y un día, un hombre digno de ti lo colocará en tu dedo.

Hasta entonces, es un recordatorio de cuánto te amo“.

Esa Navidad, me di cuenta de que el verdadero regalo no era el anillo ni siquiera la carta.

Era saber que tenía un padre que me amaba incondicionalmente, dispuesto a defenderme sin importar qué.

Ese es un tipo de magia que nunca olvidaré.

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