Elena no podía contener las lágrimas, esta vez de alivio y felicidad.
“Hijo, creí que… Aquella carta…”

Alexandru la tomó de la mano y la condujo hacia la terminal privada del aeropuerto.
“Cuando vi el testamento, me quedé en shock, lo reconozco.
No porque me hayas dejado menos material, sino porque me di cuenta de que ya no te puedo ofrecer nada de lo que realmente desearías.”
Se detuvieron junto a un hombre con uniforme que los esperaba.
“¿Señora Nicolescu? Sus maletas serán recogidas inmediatamente.
El vuelo a Constanța sale en treinta minutos.”
En la sala de espera, Alexandru miró a su madre a los ojos.
“Te reservé dos semanas en el mejor hotel spa especializado en tratamientos para la artritis.
El Dr. Popescu, el especialista del que te hablé, te espera mañana para una consulta.”
“Alex, es demasiado…”
“No, mamá. Después de leer el testamento, me di cuenta de algo importante.
La casa, el dinero, Sori y Dan los necesitan. Tienen familias jóvenes, niños pequeños, es perfecto.
Pero lo que me dejaste a mí… el álbum del abuelo, el reloj de papá, la casa junto al río donde fuimos felices…
Me dejaste los recuerdos, nuestras raíces.”
Los ojos de Elena se llenaron nuevamente de lágrimas.
“Yo también te preparé una sorpresa,” continuó Alexandru. “En el hotel te esperan Sorina, Dan y sus familias.
Los llamé inmediatamente después de hablar con el abogado. Estaremos todos allí el fin de semana.”
Elena se llevó la mano al corazón.
“¿Todos mis hijos, juntos?”
“Sí, mamá. Me hiciste entender que la verdadera herencia no está en las cosas, sino en los lazos entre nosotros.
Te llamé tan enfadado no por el testamento, sino porque quería mantener la sorpresa del viaje.
Luego, mi pequeño teatro se me escapó un poco de las manos,” rió él, ligeramente avergonzado.
Mientras se dirigían a la puerta de embarque, Alexandru le entregó a su madre un sobre.
“¿Qué es esto?”
“Una copia de mi nuevo testamento,” sonrió él. “Hablé con el abogado esta mañana.
Todo lo que construimos, la empresa, las casas, las dividí entre Sorina y Dan.
Y la casa de vacaciones en la orilla del Prahova, donde iremos todos juntos para Pascua, siempre será un lugar para toda la familia.”
Cuando sonó el anuncio de embarque, Alexandru abrazó fuertemente a su madre.
“Gracias por enseñarme lo que realmente importa, incluso cuando no sabías que lo hacías.”
Elena se dirigió al avión, llevando consigo no solo la maleta para dos semanas en el mar, sino también la certeza de que los lazos familiares que había cultivado toda su vida eran más fuertes que cualquier riqueza material.
Y su hijo, a quien creía absorbido por el mundo de los negocios, había demostrado que los valores que le había transmitido estaban profundamente arraigados en su corazón.
¡Si te ha gustado la historia, no olvides compartirla con tus amigos!
Juntos podemos continuar transmitiendo emoción e inspiración.