Ion se desmayó en la calle, y la gente ignoró al anciano hasta que una joven mujer se acercó a él.

La abuela Zina vivía con la familia de su sobrina Antonina en su apartamento de tres habitaciones.

En algún momento, vivió allí junto a su esposo Ion, con quien no tuvo hijos.

Llevaron una vida tranquila juntos hasta la trágica muerte de Ion, en un día en que salió a comprar pan y no regresó.

Se desmayó en la calle, y la gente ignoró al anciano caído hasta que una joven mujer, Antonina, se acercó a él y llamó a la ambulancia.

Aunque el equipo llegó rápidamente, Ion no pudo ser salvado.

La abuela Zina se enteró de lo sucedido más tarde y se llenó de dolor.

Antonina la visitaba con frecuencia, porque ella también se sentía extremadamente sola.

Cuando Zinaida Anatolievna se enteró de que Antonina vivía con su familia en un apartamento alquilado, le propuso mudarse a su espacioso apartamento, para que la abuela Zina ya no estuviera sola.

Aunque Antonina rechazó al principio, temerosa de la desaprobación de los familiares, aceptó después de enterarse de que la abuela no tenía otra familia.

Vivir juntas era más agradable y conveniente que pagar el alquiler, y los servicios eran pagados por Antonina.

Al principio, la abuela Zina ayudaba a preparar la cena y pasaba tiempo con los dos hijos de Antonina, a quienes les gustaba hacer sus tareas y escuchar historias de la abuela.

Sin embargo, el esposo de Antonina comenzó a preocuparse por la responsabilidad de cuidar a una persona mayor y propuso que la abuela Zina fuera llevada a un asilo.

Cuando escuchó esta conversación, la abuela se encerró en su habitación y se negó a salir durante varios días.

Aunque Antonina se disculpó, su esposo no hizo el mismo gesto, y la relación entre la familia y la abuela Zina empeoró.

Los niños aún la visitaban y hacían sus tareas con ella, pero la abuela ya no se unía a la familia para la comida.

A pesar del conflicto, vivir juntas permitió que la abuela Zina guardara parte de su pensión, dinero que servía tanto para medicamentos como para pequeños ahorros.

En el último año, la salud de la abuela Zina empeoró.

Había perdido peso visiblemente y caminaba apoyándose en un bastón.

Sus pasos arrastrados molestaban al esposo de Antonina, pero él nunca más volvió a tocar el tema del asilo.

Había entendido cuánto querían los niños a la abuela y lo importante que era para ellos estar junto a ella.

Sin embargo, Zinaida Anatolievna seguía irritándolo, y a veces no tenía ganas de volver a casa.

Un día, Antonina notó que en la habitación de la abuela había silencio.

Cuando fue a comprobar, descubrió que Zinaida Anatolievna había muerto.

En el funeral, mientras revisaban sus cosas, encontraron cuatro sobres en un cajón.

En cada sobre había un nombre: uno para Antonina, uno para su esposo y uno para cada uno de los dos hijos.

En cada sobre había una parte de la pensión mensual ahorrada, dividida equitativamente.

El esposo de Antonina quedó profundamente conmovido, dándose cuenta de cuánto los había querido la abuela y cuánto se había cuidado de cada uno de ellos.

También encontraron el testamento, en el que toda la herencia de Zinaida Anatolievna fue dejada a Antonina.

Este evento les hizo entender lo corta que es la vida y lo importante que es valorar el tiempo con los seres queridos.

Desde entonces, la familia se ha vuelto mucho más unida y se comunica más a menudo.

Ahora, los niños comparten con sus padres sus vivencias en la escuela y sus preocupaciones, algo que antes no hacían.

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