Había pulsado el interfono tres veces, y Alejandro ya comenzaba a inquietarse.

La luz de la cocina estaba encendida, así que Elena debía de estar en casa.

Pero la puerta no se abría.

Al fin, se oyó un crujido, el pestillo se deslizó y en el umbral apareció… una mujer totalmente desconocida.

Vestía chándal, tenía el pelo recogido en un moño descuidado y calzaba unas pantuflas con forma de pato.

—¿Tú quién eres? —susurró Alejandro, paralizado, aún con la maleta en la mano.

—¿Y tú quién eres? —le preguntó ella con tranquilidad.

—¿No serás por casualidad el repartidor con los cangrejos?

—Umm… no, yo… yo vivo aquí. Con Elena. Soy su marido.

La mujer entrecerró los ojos.

—Ah, ¡tú eres ese! Pasa.

Elena me dijo que podrías venir en un estado “emocional inestable”, así que te recibo yo.

Alejandro entró y se quedó incrédulo en el recibidor.

Todo había cambiado.

En vez de las fotos de familia, colgaba en la pared un póster con un gato y el mensaje: “¡Vive intensamente, miau!”.

En la consola, vasos grabados con “La libertad de los solteros”.

En el sofá, un oso de peluche con traje de baño.

El ambiente era… extraño.

—¿Dónde está Elena?

—En Bali —respondió la mujer—. Con un piloto.

Dijo que te transmitiera: “Tenías razón, las vacaciones son el mejor remedio”.

Alejandro se sentó sobre la maleta, pálido.

—Qué demonios… Espera.

¿Tú quién eres?

—¿Yo? Yo soy Natalia.

La exesposa de un tipo creativo que, como tú, se marchó a una “conferencia” y volvió con el frigorífico vacío y una nota: “¡Sorpresa!”.

Ahora soy consultora en “educación de maridos infieles”.

Trabajo con Elena.

—¿Cómo? —la voz de Alejandro ya estaba al borde del pánico.

—Relájate.

Viene algo divertido.

Elena te ha preparado un programa especial de recalibración.

En ese momento, salió de la cocina un robot aspirador con una nota pegada: “Recoge tus calcetines del baño o los aspiro”.

—Dios… —susurró Alejandro.

—Ven, que te muestre el programa de la semana —dijo Natalia, entregándole una hoja tamaño A4—.

PLAN DE RESET: “CÓMO CONVERTIRTE EN UN MARIDO ÚTIL (NO EN UN TONTO ÚTIL)”

Lunes:

08:00 — meditación en el silencio de tu esposa: aprende a entender sin palabras.

09:00 — planchado de fundas de almohada (prueba de paciencia).

12:00 — maratón de series: “Mujeres fuertes que dejan a hombres débiles” (con comentarios en directo de Natalia).

15:00 — terapia con escoba en la sauna (relajante, pero pica).

19:00 — cena en solitario: pasta sin sal, en honor al sufrimiento.

Martes:

09:00 — búsqueda del mando a distancia perdido: reto para usar tu cerebro.

11:00 — lectura del libro “Cómo ser honesto, incluso cuando eres Alejandro”.

17:00 — llamada por altavoz a Clara: “Hola, soy tu marido, he vuelto a la realidad”.

20:00 — introspección con la banda sonora de Titanic.

Alejandro estaba más blanco que una pared.

—¿Es una broma?

—Sí —sonrió Natalia—.

Pero solo en un 20%.

Aquella noche, agotado tras tres intentos de clasificar la ropa por colores (Natalia la volvía a mezclar cada vez), se desplomó en el sofá y, por primera vez en mucho tiempo, pensó: “Quizá Elena no era tan mala…”

Al día siguiente, sonó el timbre.

En el umbral estaba Clara.

—Alex, no me habías escrito… Te he echado de menos…

Antes de que él dijera nada, Natalia apareció con un kimono de geisha y un cubo de agua.

—Ah, ¿eres tú la chica de Niza? ¡Pasa! Tenemos taller sobre mujeres destructivas en las relaciones.

Tú eres el ejemplo perfecto.

Clara dio un paso atrás:

—Ehh… quizá en otra ocasión…

Desapareció más rápido que una oferta de billetes baratos.

Alejandro cerró la puerta despacio y se pegó a la pared.

—Listo… me rindo.

¿Dónde está Elena?

Natalia sacó una tablet y puso un vídeo.

En la pantalla, Elena en una playa exótica, con un coco en la mano y gafas de sol:

—Hola, cariño.

Si ves esto, significa que has sobrevivido.

¡Bravo! Vuelvo en una semana.

Y sabes… quizá… QUIZÁ… hablemos.

Pero solo si el oso con bañador sigue entero.

La pantalla se apagó.

Alejandro se desplomó en el sofá.

Y por primera vez en mucho tiempo… estalló en una risa amarga.

Pero con un hilo de esperanza.

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