Un anciano se sienta en una silla junto al mar todos los días durante 10 años — hasta que dos niños encuentran la silla vacía

DOS HERMANOS VEÍAN A UN ANCIANO SENTADO JUNTO AL MAR CADA DÍA EN LA MISMA SILLA.

Un día, se preocuparon al encontrar la silla vacía y decidieron averiguar por qué.

Adam, de 8 años, y Peter, de 10, iban todos los días a la orilla del mar junto con su madre, Alice.

Juntos caminaban por la orilla, disfrutando de la brisa marina.

Cada día veían a un anciano que permanecía inmóvil en una silla, mirando tranquilamente las olas.

— Mamá, ¿ese hombre está bien? — preguntó Adam un día.

— Está bien, cariño. Le gusta estar solo. La gente ha intentado hablar con él, pero él prefiere evitar a las personas. No lo molestes — respondió Alice.

Los dos hermanos se sentían atraídos por el anciano.

Tenían curiosidad de por qué se sentaba inmóvil en la misma silla cada día.

Un día planearon acercarse a él.

Jugando, lanzaron un disco hacia él para poder acercarse.

Cuando corrieron a pedir disculpas, el anciano dijo:

— Lo lanzaron aquí a propósito.

Sé que lo hicieron… Tú — dijo señalando a Adam — eres bueno lanzando.

Y tú — sonrió el anciano señalando a Peter — eres bueno atrapando.

Así que sé que no fue un accidente.

Los niños quedaron con los ojos abiertos, sorprendidos de que el anciano también los hubiera observado.

Aunque Alice sabía que el anciano evitaba hablar con la gente, esta vez les contó la historia a los niños.

Después de presentarse, Peter preguntó lo que siempre quisieron saber:

— Señor, ¿por qué se sienta aquí cada día mirando al mar?

— Bueno, estoy esperando a mi hermano.

Lo he estado esperando por diez años — les respondió.

Adam y Peter se miraron asombrados.

— Estuvimos juntos en el ejército y nos separaron, enviándonos a países diferentes.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces.

La última vez que nos vimos, nos prometimos encontrarnos aquí, justo en este lugar, donde siempre paseábamos con nuestra madre — explicó el anciano.

— ¿Espera a su hermano cada día? — preguntó Adam.

— ¿Cómo sabes que vendrá? — El anciano sonrió ante la inocencia de Adam.

— Ese es el problema.

No sé si vendrá.

Venía aquí hace muchos años, pero me trasladaron a otra ciudad.

Desde hace diez años que vivo aquí, vengo cada día.

Me dieron su medallón militar, pero nunca lo encontraron.

Todavía está desaparecido — dijo, sacando del bolsillo el medallón de su hermano.

Adam y Peter ahora estaban uno junto al otro.

El anciano les acarició la cabeza y les dijo:

— Por eso deben cuidarse el uno al otro, muchachos.

El amor fraternal es el poder más grande del mundo.

Después de compartir su historia, el anciano se presentó como Walter.

Desde entonces, los niños empezaron a pasar más tiempo con él, llevándole sándwiches y bebidas.

Sus tardes estaban llenas de conversaciones y relatos.

Un día, Walter y los hermanos descubrieron que vivían cerca unos de otros.

— ¡Vivimos cerca! — exclamó Peter.

Walter sonrió ampliamente.

— Parece que sí, querido — dijo Walter, saludándolos antes de entrar a la casa.

Los niños se hicieron muy cercanos a Walter y, impresionados por su historia, decidieron usar las redes sociales para intentar encontrar a su hermano.

Un día fueron a la playa para contarle lo que habían hecho, pero su silla estaba vacía.

— ¡Él viene aquí todos los días! ¡Todos los días! ¿Por qué no está aquí? — preguntó Adam a su madre.

— Algo no está bien.

Tenemos que ir a su casa — dijo Peter.

Alice los acompañó a revisar.

Al llegar a su puerta, tocaron.

Después de unos segundos, Walter abrió.

Los niños respiraron aliviados.

— Walter, ¿por qué no viniste hoy a la playa? ¿Te has rendido? — preguntó Adam.

Walter sonreía.

Detrás de él estaba un hombre que se parecía mucho a él.

Los dos niños se sorprendieron cuando el hombre gritó:

— ¡SON ELLOS! ¡ESOS DOS NIÑOS PUBLICARON EN INTERNET! ¡LOS RECONOCÍ INMEDIATAMENTE!

El hermano de Walter, James, lo encontró gracias a la publicación hecha por Adam y Peter.

Walter abrazó a los dos niños.

— Gracias por encontrar a mi hermano después de cuarenta y cuatro años — les dijo abrazándolos.

Resulta que James había sido herido en la guerra y perdió la memoria.

Le diagnosticaron amnesia disociativa causada por el estrés de la guerra.

— Me dijeron que o recordaría poco a poco o de repente.

En las últimas décadas, recordé algunas cosas, como mi nombre y que vivía en California, pero nada concreto — explicó James.

— Entonces, un día vi la publicación de estos dos niños y recordé a ti, Walter.

Supe de inmediato que eras mi hermano.

Vine directamente a la dirección que publicaron — añadió.

Entonces, Walter y James sacaron sus medallones militares y les dieron uno a Adam y otro a Peter.

— Ya no los necesitamos.

Gracias a ustedes, nos hemos reencontrado.

Ahora son vuestros.

Que siempre les recuerden cuidar el uno del otro — les dijo Walter.

Viviendo cerca, Adam y Peter visitaban siempre a Walter y a James, quien se había mudado con su hermano.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Mantener la fe puede traer recompensas.

Cada día, Walter esperaba que su hermano apareciera.

Un día, después de compartir su historia con Adam y Peter, su hermano apareció.

Las relaciones inesperadas pueden tener el mayor significado.

Adam y Peter no esperaban hacerse cercanos a Walter, pero cuando sucedió, crearon recuerdos que cambiaron sus vidas.

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Puede traerles inspiración y alegría.

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