VICTORIA, UNA JOVEN ENFERMERA, DESCUBRE UN SECRETO ENTERRADO EN EL DIARIO DE SU PACIENTE ANCIANA
Victoria visita con frecuencia a Catherine, su paciente mayor que sufre de Alzheimer.

La ternura y el sentido del humor de la enfermera siempre logran sacarle una sonrisa, creando un vínculo especial entre ellas.
Pero, después de comenzar a leer el antiguo diario de Catherine, la vida de Victoria cambia para siempre.
Victoria entra por enésima vez en la habitación de Catherine, sonriendo y mostrándole una bolsa con frutas frescas.
—¡Buenos días, Catherine! —exclama.
—¿Quién eres? —pregunta Catherine, un poco confundida.
Victoria, ya acostumbrada a esta situación, sonríe.
—Soy yo, Victoria, tu enfermera.
—Guapa, lista y divertida —añade con sarcasmo.
A medida que su vínculo se profundiza, Catherine le regala un día su diario, pidiéndole que se lo lea.
Así, Victoria descubre la historia de vida de Catherine, que incluye un secreto profundamente guardado.
Mientras lee, Victoria encuentra recuerdos sobre el primer esposo de Catherine, John, que se fue en una misión militar, y sobre un amor prohibido con un hombre llamado Jerry.
Catherine se sintió abrumada por la soledad durante la ausencia de su esposo, y el encuentro con Jerry le devolvió la alegría de vivir.
En ese tiempo, sin embargo, quedó embarazada del hijo de Jerry, pero lo abandonó para regresar con su esposo John.
Al continuar leyendo, Victoria comienza a darse cuenta de algo inesperado.
—Se llamaba Jerry Whitehouse… —dice Catherine con voz temblorosa.
Victoria se detiene.
Whitehouse? Ese era también el apellido de su abuelo.
—Jerry… ese es el nombre de mi abuelo.
Mi madre creció sin madre… Tú eres mi abuela, Catherine.
Catherine confirma con lágrimas en los ojos, reconociendo la difícil decisión de abandonar a su hija y al amor de su vida.
Ahora, al final de su vida, el encuentro con Victoria le ofrece un consuelo por los errores del pasado.
Se abrazan, y Victoria siente una reconexión profunda con su pasado.
La historia de Catherine, llena de decisiones difíciles y arrepentimientos, encuentra así un final pacificador, sanando viejas heridas.
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