Алисия sospechaba que el chico que solía recoger sobras de su restaurante escondía algo, así que un día decidió seguirlo.

Pero lo que descubrió la sorprendió.

—Tuviste suerte, chico.

Hoy tenemos muchas sobras y puedes llevarte todo a casa —dijo Ernesto.

Él era el jefe de cocina del restaurante de Alicia y frecuentemente guardaba las sobras para Christopher, el niño que pasaba por allí para comer.

—¿De verdad?

¿Es realmente tanta comida?

¿Tengo suficiente para compartir con mis amigos?

Los ojos de Christopher se iluminaron.

—Sí, Chris —respondió Ernesto con una gran sonrisa—.

Espera aquí.

Te traeré los paquetes.

Christopher se alegró mucho al recibir la comida.

Le dio las gracias a Ernesto con una gran sonrisa, se despidió y se fue feliz.

Alicia no sabía que esto era una práctica común en su restaurante hasta que una noche vio a Christopher irse.

Sin embargo, no estaba convencida de que él fuera el tipo de niño que come sobras.

—Debería averiguar qué pasa con este chico.

Después de todo, no parece un indigente —pensó mientras lo veía alejarse.

Durante los días siguientes esperó a que regresara, y cuando volvió al tercer día decidió hablarle.

—Hola.

¿Vienes por las sobras? —le preguntó con amabilidad.

—¡Sí! —respondió Chris alegremente—.

¿Puedes llamar al cocinero?

Debe haber guardado algunos paquetes para mí.

Alicia le sonrió con calidez.

—No hace falta.

Te preparé comida fresca para que no comas solo sobras.

Por cierto, ¿cómo te llamas?

—Oh, qué amable, gracias —respondió el niño—.

Me llamo Christopher, pero puedes llamarme Chris.

—Entonces, ¿por qué no comes en casa, Chris? —preguntó Alicia—.

¿Tu mamá está enferma?

La expresión de Christopher cambió.

—Bueno, en realidad… vivo en un orfanato y no me alimentan bien.

Cada vez que vengo aquí, los empleados me ayudan.

Estoy muy agradecido por eso.

Ya me voy —dijo apresurándose a alejarse.

Alicia sospechaba que el chico ocultaba algo.

Así que ese día decidió seguirlo.

Y lo que vio la dejó en shock.

En vez de ir al orfanato, Chris fue a una casa, dejó la bolsa de comida en el porche y salió corriendo.

Pronto salió una mujer mayor; miró a su alrededor con desconcierto, tomó la bolsa y volvió a entrar.

Alicia estaba a punto de tocar la puerta para preguntar quién era esa señora y cómo conocía a Christopher, pero recibió una llamada urgente del restaurante y tuvo que irse.

Al día siguiente, cuando Christopher volvió al restaurante, Alicia ya lo esperaba.

—Hay algo que necesitas explicarme, Chris.

Sé que le has estado llevando comida a otra persona.

Sé honesto, ¿quién es ella?

—Lo siento, te mentí —admitió Chris de inmediato—.

Pero he estado llevando comida para mi abuela.

Ella es la única familia que tengo ahora.

La mujer estaba atónita.

—Entonces, ¿por qué vives en un orfanato?

Chris frunció el ceño.

—Cuando mis padres murieron, mi abuela no pudo obtener la custodia porque no estaba estable económicamente.

Ni siquiera puede pagar la comida, así que todos los días recojo comida de aquí y se la dejo en su casa.

Alicia se sentía orgullosa de cómo Chris cuidaba a su abuela, pero al mismo tiempo, triste por su situación.

Ese día fue a visitar a la señora y le contó todo.

La abuela de Christopher, Edith, se sorprendió al darse cuenta de que era su nieto quien dejaba los paquetes de comida en la puerta de su casa.

—¿De verdad, mi nieto?

Edith rompió en llanto.

—¡Ay, Dios mío!

Lo extraño terriblemente.

Lamento no haber podido ayudarlo.

—No te preocupes —la tranquilizó Alicia—.

Hay una manera en que puedo ayudarte a ti y a tu nieto.

Ese día Alicia fue al orfanato y solicitó la custodia de Christopher.

Afortunadamente, los trámites fueron rápidos y Chris pudo regresar a la casa de su abuela.

—No sé cómo agradecerte, Alicia —le dijo Edith—.

Siempre quise estar con mi nieto, pero las circunstancias no lo permitían…

Edith comenzó a llorar.

—No hay necesidad de agradecerme —respondió Alicia—.

Me alegra ayudar.

Perdí a mis padres cuando era joven y entiendo lo importante que es estar rodeado de seres queridos.

Edith tomó las manos de Alicia entre las suyas.

—No puedo pagarte por lo que has hecho, pero puedes venir a vernos cuando quieras.

Después de todo, eres parte de nuestra familia.

—Eso es muy dulce de tu parte —dijo Alicia con los ojos casi llenos de lágrimas—.

Me encantaría hacerlo.

Chris ya me cae muy bien.

Es un buen chico.

—Oh, sí que lo es —asintió Edith—.

Ahora solo necesito medios para apoyarlo.

—En ese caso, tengo algo que ofrecerte… —dijo Alicia.

Edith pensó que le ofrecería un trabajo en el restaurante, pero cuando escuchó la propuesta, rompió a llorar de nuevo.

—Sé que puede ser mucho, pero desde que perdí a mis padres, no he tenido a nadie que me cuide —explicó Alicia—.

Por eso busco a alguien que me cuide como solo una madre sabe hacerlo.

Espero que aceptes.

En cuanto a la educación de Chris, es mi responsabilidad porque soy su tutora.

—Por supuesto, querida —respondió Edith mientras la abrazaba—.

Nunca podré pagar tu generosidad.

Literalmente apareciste en nuestras vidas como un ángel.

—No necesitas agradecerme —dijo Alicia—.

Ahora tengo una familia gracias a ti, y eso es la mayor riqueza que puedo tener.

¿Qué podemos aprender de esta historia? No todos los héroes usan capa.

Alicia salvó a Christopher y a su abuela de la miseria y fue la heroína en sus vidas.

Aprende a ser compasivo y amable con los demás.

Exactamente como Alicia fue con Christopher y su abuela Edith.

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Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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