Mi madre me dejó como bebé en una caja de cartón en el supermercado – 20 años después tocó a mi puerta

Recientemente, recibí un golpeteo inesperado en mi puerta.

Para mi sorpresa, allí estaba ella – mi madre, frágil y de aspecto envejecido.

Me miró con una mezcla de arrepentimiento y desesperación en sus ojos.

“¡Hola, cariño!

Soy tu madre y necesito tu ayuda.”

Mi cabeza giraba de confusión, alegría y rabia.

Antes de que pudiera decir algo, me sacudió tanto que las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas cuando dijo: “¿Aún tienes…

Rosa era una empleada en un supermercado.

Ese día todo era como siempre, pero el caos habitual y el ruido de los clientes fueron interrumpidos por el llanto fuerte de un bebé.

Como no dejaba de llorar, Rosa recorrió los pasillos para ver si alguna madre necesitaba ayuda con su hijo.

Para su sorpresa, el bebé cuyo llanto había llamado su atención, estaba dejado en una caja de cartón, desatendido.

Al lado de la caja había una nota que decía: “Siempre te amaré, Sue.”

Pasaron los años, y Sue creció para convertirse en una joven hermosa y exitosa, gracias a Rosa, quien la adoptó y la crió como a su propia hija.

Sue siempre estuvo agradecida con su madre adoptiva Rosa, quien se aseguró de que nunca le faltara nada durante su infancia, especialmente amor y cuidado.

Después de terminar la universidad, Sue decidió convertirse en una influencer de redes sociales.

Su cuenta atrajo a una gran cantidad de seguidores, y todos disfrutaban de sus publicaciones inspiradoras.

En una de ellas, contó su historia de vida, cómo fue abandonada por su madre biológica en una caja en el supermercado y cómo Rosa la encontró, cambiando el rumbo de su vida.

Comenzó a aparecer en los podcasts de otras personas y se convirtió en una especie de celebridad.

La vida se sentía bien, pero por más satisfecha que estuviera con sus logros, Sue nunca dejaba de pensar en su madre.

No podía entender cómo pudo dejarla tan fácilmente.

¿Por qué no la amaba?

¿Por qué no pudo cuidarla?

Esas preguntas la perseguían.

Un día, mientras preparaba el desayuno, escuchó un fuerte golpeteo en la puerta.

Cuando abrió la puerta, su corazón empezó a latir con fuerza.

La mujer en la puerta le parecía familiar.

Se parecía a la mujer de las fotos que estaban en la caja en la que Sue fue encontrada.

“Hola, cariño. Soy yo, tu madre, y necesito tu ayuda,” dijo la mujer en voz baja, mientras el corazón de Sue se llenaba de una mezcla inexplicable de felicidad y rabia.

Antes de que Sue pudiera decir algo, su madre le preguntó: “¿Tienes aún la nota que te dejé cuando te dejé a salvo en la tienda?”

“¿A salvo?” pensó Sue para sí misma.

¿Cómo podía ser seguro dejar a un niño en el supermercado?

Pero en lugar de confrontarla, Sue respondió tranquilamente: “Sí, la tengo.

La guardé porque es el único recuerdo de ti.”

La madre comenzó a disculparse y dijo que nunca quiso dejar a Sue, pero que no tenía otra opción, ya que estaba en problemas y huyendo de personas peligrosas a quienes les debía dinero.

Tenía miedo por la seguridad de Sue y pensó que lo mejor era dejarla.

Sue le preguntó por qué nunca intentó buscarla después, pero su madre dijo que estaba demasiado asustada.

Con ojos suplicantes, la madre dijo: “Necesito un lugar donde quedarme hasta que me recupere.

No tengo a dónde más ir.”

Sue sintió que su madre no le decía la verdad, pero fue Rosa quien le aconsejó darle una oportunidad a su madre.

Finalmente, Sue accedió, y su madre se mudó a vivir con ella.

Al principio, todo parecía estar bien.

La madre de Sue se ofreció a ayudar en la casa, y ambas se fueron acercando, pero lamentablemente eso no duró mucho.

Un día, Sue llegó más temprano de lo habitual a casa del trabajo.

Cuando entró en la casa, escuchó cajones abrirse y cerrarse.

Caminó silenciosamente hacia arriba y entró en su dormitorio.

Era su madre, que metía algunas de sus joyas en su bolso.

Sue se quedó en shock.

“Mamá, ¿qué estás haciendo?

¿Estás robando de mí?” le preguntó incrédula, mientras sorprendía a su propia madre en flagrante delito.

“Cariño, necesito dinero, y tienes tantas joyas, pensé que podría vender algunas de ellas.”

Sue agarró las joyas.

Entre las piezas estaba el collar de diamantes que Rosa le había regalado por su graduación.

“¿Sabes cuánto trabajo le costó a Rosa ahorrar para este collar de diamantes?” gritó Sue.

“Pero tienes tanto, déjame vender algo de esto para que tengamos dinero,” continuó la madre.

“¿Nosotros?” preguntó Sue.

“No se trata de nosotros, se trata de ti.

Te perdoné por dejarme, te abrí mi puerta, ¿y así me lo pagas?

¿Robándome?”

La madre comenzó a llorar.

“Por favor, no te enojes conmigo.

Lo siento.

Cambiaré.”

Pero Sue no quería escucharla.

Dijo que ya le había dado una oportunidad, y eso era todo.

Le pidió a su madre que empacara sus cosas y dejara la casa.

Era evidente que solo había vuelto porque se había enterado de que Sue tenía éxito.

Esa noche, Sue fue a la casa de Rosa, el único lugar que alguna vez se sintió como hogar.

Cuando le contó lo que había sucedido, Rosa le dijo: “Le diste a alguien que te amaba una oportunidad, eso es lo que debes llevar de esta experiencia.”

Sue estaba feliz de tener a Rosa en su vida, pero no podía evitar sentirse herida de que su madre, una vez más, estuviera ausente en su mundo.

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