Cuando Yegor decidió dejarse crecer el pelo, no imaginaba las dificultades que tendría que enfrentar.
Sus compañeros empezaron a burlarse cruelmente de él, e incluso un profesor, el estricto y chapado a la antigua Iván Serguéievich, se unió a las mofas.

Pero todo cambió cuando el padre de Yegor, Piotr, se enteró de la verdad y decidió apoyar a su hijo.
El primer día del curso, Yegor entró en clase con orgullo, luciendo su larga coleta.
Iván Serguéievich lo miró con una sonrisa burlona:
—¿Qué es ese peinado? ¿Te crees una niña? —dijo sarcástico.
La clase estalló en carcajadas.
El rostro de Yegor se puso rojo de vergüenza, pero se mantuvo firme.
Tenía una razón muy importante para dejarse crecer el pelo, y ninguna burla podría romper su determinación.
Yegor había comenzado a dejarse crecer el cabello desde el año pasado.
Durante el verano, cuando nadie prestaba mucha atención, no era tan notorio.
Pero ahora que el colegio había comenzado, su larga coleta era imposible de ignorar, y las burlas se intensificaban.
Cada día las risas y los comentarios eran más insoportables, y Yegor volvía a casa con lágrimas en los ojos.
No quería preocupar a sus padres, así que lloraba solo en el baño, esperando que el acoso terminara algún día.
Un día, después de clase, su nueva profesora de arte, Yelena Arkádievna, notó que Yegor estaba llorando.
Se acercó a él con ternura:
—Yegor, ¿qué te pasa? ¿Por qué te dejas crecer el pelo? —preguntó suavemente.
Por primera vez, Yegor sintió que podía confiar en alguien, así que le contó su historia.
Yelena Arkádievna lo escuchó atentamente y luego lo abrazó.
—Tienes un gran corazón, Yegor. No dejes que nadie te lo quite —le dijo con calidez.
—Pero hasta Iván Serguéievich se burla de mí —susurró Yegor entre lágrimas.
—Hay personas que nunca superan la necesidad de hacer daño a los demás, ni siquiera de adultos. Hablaré con él —dijo ella, pero Yegor negó con la cabeza:
—Por favor, no lo hagas. Es algo personal. No quiero que lo sepa.
Yelena Arkádievna sonrió con tristeza:
—Está bien, será nuestro secreto. Pero recuerda que no tienes nada de qué avergonzarte.
En los días siguientes, ella habló en privado con otros profesores para buscar apoyo.
Lamentablemente, muchos estaban de acuerdo con Iván Serguéievich, y creían que el pelo largo no era adecuado para un niño.
—Si permitimos que los chicos usen el pelo largo, pronto perderán toda disciplina —se quejaba la profesora de matemáticas, Margarita Pávlovna.
Yelena Arkádievna se sintió triste.
Sabía que algo tenía que cambiar, pero se sentía impotente en un entorno escolar tan conservador.
Entonces decidió acudir a los padres de Yegor, esperando que ellos pudieran hacer algo.
Unos días después, Piotr llamó a su hijo a la cocina.
Yelena le había contado todo, y lo que oyó lo dejó atónito.
—Yegor, tu profesora me dijo que te están acosando en el colegio. ¿Te molestan por tu pelo? —Piotr se arrodilló para mirarlo a los ojos.
Los labios de Yegor temblaban, y lágrimas brillaban en sus ojos:
—No solo los niños, papá… Iván Serguéievich es el peor.
Piotr se quedó boquiabierto.
Siempre había respetado a ese profesor como un educador serio, y ahora descubría que era una fuente de sufrimiento para su hijo.
—¿Por qué no nos dijiste para qué era el pelo largo? —preguntó con ternura.
—No es asunto de ellos —respondió Yegor con firmeza.
Piotr asintió.
—Tienes razón, hijo. Pero ya lo tienes lo suficientemente largo. Creo que ha llegado el momento de cortarlo. Tengo una idea.
Esa noche, la madre de Yegor, Oksana, le cortó cuidadosamente la coleta, mientras Piotr grababa todo en video.
Guardaron el pelo para un propósito especial, y Yegor grabó un mensaje explicando por qué había decidido dejárselo crecer.
A la mañana siguiente, Yegor entró en clase con el cabello corto.
Iván Serguéievich no pudo contenerse:
—¡Por fin, Yegor! ¡Ahora sí pareces un chico! —dijo con sarcasmo.
Pero esta vez, Yegor no estaba solo —su padre estaba con él.
—Iván Serguéievich —dijo Piotr con voz firme, dando un paso al frente.
—¡Oh, Piotr Vasílievich! Me alegra verlo. Por fin le han cortado ese pelo ridículo a Yegorka —dijo el profesor, extendiendo la mano.
Pero Piotr no se la estrechó.
En su lugar, sacó su teléfono y puso el video del corte de pelo.
Toda la clase guardó silencio, y Piotr alzó la voz para que todos lo escucharan:
—Dicen que usted animó a los niños a reírse de mi hijo. Jamás imaginé que eso vendría de alguien como usted.
Iván Serguéievich se quedó paralizado. Su rostro mostraba desconcierto y vergüenza.
—Yo… no sabía que era para donar…
—Exacto —continuó Piotr. —Yegor se dejó crecer el pelo para donarlo a niños enfermos de cáncer.
Llevamos un año como voluntarios en la unidad oncológica infantil.
Conoció a niños que perdieron su cabello por la quimioterapia, y decidió ayudar —sin decir una palabra.
Y ahora vuelve a casa llorando por las burlas —incluyendo las suyas. ¿Le parece justo?
El rostro de Iván Serguéievich se puso rojo. Su voz temblaba:
—Lo siento… No lo sabía. Mi nieto también pasó por quimioterapia.
Mi esposa y yo apoyamos una fundación que hace pelucas para esos niños… No puedo creer que no comprendiera lo que hacía Yegor.
Se acercó al niño, que estaba sentado en silencio en su pupitre.
—Gracias, Yegor. Eres un verdadero héroe. Perdóname, por favor.
Yegor sonrió y asintió.
Piotr le estrechó la mano a Iván Serguéievich:
—Me alegra que hayamos aclarado las cosas.
Desde ese día, la actitud hacia Yegor cambió por completo en la escuela.
Sus compañeros empezaron a interesarse por lo que había hecho, y algunos chicos incluso consideraron dejarse crecer el pelo para donar.
Las chicas también quisieron unirse a la causa.
El gesto de Yegor inspiró a todos —incluso a su profesor más estricto.
La escuela se convirtió en un lugar diferente —más amable.
Lecciones del relato:
No juzgues a los demás por su apariencia. Todos tienen razones para sus decisiones, y merecen respeto.
La bondad inspira. El acto de Yegor mostró cómo una decisión puede cambiar el mundo a nuestro alrededor.