La niña de mis vecinos vino a mí en la noche de Halloween pidiendo ayuda. Nuestro encuentro cambió mi vida para siempre

La noche de Halloween, el golpe en mi puerta no fue un niño ansioso por dulces, sino un grito desesperado de ayuda.

„Mi mamá ha estado durmiendo durante tres días. No se despierta, y ahora hay un olor extraño,“ sollozó la niña de al lado.

Al amanecer, mi vida había cambiado para siempre.

Mi plan para la noche era simple: cena en el microondas y una película de terror.

Solo otro Halloween tranquilo para un hombre soltero de 36 años.

Pero a las 7 p.m., sonó el timbre.

Tomé mi tazón de dulces, esperando niños disfrazados, pero cuando abrí la puerta, me congelé.

Allí estaba Mollie del apartamento 4D, de unos siete años, temblando en la tenue luz.

Sin disfraz, sin bolsa para pedir dulces, solo unos ojos grandes y llenos de lágrimas y un suéter rosa que parecía no haberse cambiado en días.

„Señor Dave,“ susurró, su voz quebrada.

„Por favor, ayúdeme.

Mi mamá no se ha despertado en tres días.

Probé todo, incluso le puse su canción favorita, esa a la que bailaba con papá.

Pero solo… está ahí.

Tengo miedo.“

Mi corazón se hundió.

„¿Tres días?

¿Estás segura?“

Ella asintió, retorciendo el borde de su suéter, sus pequeñas manos temblando.

„Muéstrame dónde está, cariño.“

Mi corazón latía con fuerza mientras la seguía por el pasillo.

Cada paso resonaba como una cuenta regresiva hacia lo desconocido.

Cuando llegamos a su puerta, Mollie me miró, su voz suave.

„Me hice cereal sola,“ dijo.

„También alimenté a Mr. Whiskers.

Mamá siempre dice que primero hay que cuidar al gato.

Pero ayer se acabó la leche, así que lo estoy comiendo seco.“

La puerta se abrió y una ola de aire rancio y agrio nos golpeó.

En la sala oscura, platos con comida podrida estaban en la mesa de centro, rodeados de tazas vacías.

La madre de Mollie, Isabel, yacía inmóvil en el sofá.

Su piel se veía pálida, su cabello enmarañado.

Una botella de pastillas vacía estaba en el suelo, insinuando su lucha.

„Mami,“ susurró Mollie, „traje al señor Dave.

Él ayudará.

Por favor, despierta.“

Me incliné y busqué su pulso.

Estaba allí, débil, pero presente.

Su piel febril estaba pegajosa al tacto y su respiración era superficial.

„Mollie, necesito que seas valiente una vez más,“ le dije.

„Ve a buscar a la señora Derek del 4A. Dile que es una emergencia.“

Mollie asintió.

„Ayer la señora Derek me dio galletas cuando le dije que tenía hambre,“ dijo y luego desapareció por el pasillo.

Intenté despertar a Isabel, salpicándola con agua fría.

Sus ojos parpadearon, vidriosos y desenfocados.

„Frío,“ murmuró.

„¿Jeremy?

¿Eres tú?“

Mi pecho se apretó.

Estaba llamando a su difunto esposo.

„Quédate conmigo, Isabel.

Mollie te necesita.“

Pronto llegó la señora Derek y comprendió de inmediato la gravedad de la situación.

„Llama al 911, Dave,“ ordenó.

Nos sentamos con Mollie, quien sostenía un osito de peluche desgastado, su „Capitán“.

Ella explicó que su papá se lo había dado, diciéndole que la protegería.

Pero ahora su mamá también necesitaba protección.

En el hospital, Mollie esperaba ansiosa, sin apartar la vista de las puertas.

„¿La van a curar?“ preguntó entre bocados de un sándwich que una enfermera le había traído.

„¿Como lo intentaron con papá?

Mamá dice que papá está en el cielo ahora.

¿Mamá también me dejará?“

La abracé fuerte.

„Están haciendo todo lo que pueden, cariño.

Tu mamá está enferma de una forma diferente a como lo estaba tu papá.

Pero ella puede mejorar.“

Horas después, apareció la doctora, su rostro amable pero cansado.

„Tu mamá está estable, Mollie.

Estaba muy deshidratada y agotada.

Está preguntando por ti.“

Dentro, Isabel, pálida pero consciente, abrió los brazos para su hija.

„Lo siento mucho, cariño,“ susurró.

„Me perdí en la oscuridad.“

Los meses siguientes fueron duros, pero Isabel luchó por recuperar su vida.

Sesiones de terapia, un grupo de apoyo para el duelo y pequeños logros diarios la ayudaron a encontrar el camino de regreso hacia Mollie.

Me convertí en una figura en sus vidas, ayudando con las tareas, compartiendo comidas y asistiendo a los eventos escolares de Mollie.

Incluso la animé cuando hizo un convincente árbol en la obra escolar, aplaudiendo su única línea con todo el entusiasmo posible.

Halloween pudo haber cambiado todo esa noche, pero también reveló algo duradero: los monstruos que nos persiguen no se encuentran en las películas; son las luchas que escondemos dentro.

Pero a la luz del amor, la comunidad y la amistad, esos monstruos pierden su poder.

No solo salvé a una madre esa noche, gané una familia.

Mollie todavía tiene a su Capitán, pero ahora él está sentado en su cama, vigilando mientras su mamá se fortalece cada día.

Y a veces, cuando la sonrisa de Isabel llega a sus ojos, veo un destello de la mujer que está recuperando.

Mit deinen Freunden teilen